La mayoría de las marcas han dejado los precios de lista de sus autos al borde de los impuestos internos (2,7 millones de pesos), pero en los concesionarios se ofrecen al mejor postor.
No es un fenómeno nuevo, pero se ha acentuado en el último tiempo: los autos 0km en Argentina ya no tienen precio. Hay excepciones, sí, pero en la mayoría de los casos los valores lo ponen los concesionarios en disputa entre oferta y demanda. Como el Gobierno ha restringido tanto las importaciones, el stock es casi nulo y se vende sólo lo que se puede reponer, o lo que haga falta para pagar los gastos.
Es decir, el concesionario decide, en base a lo que le han prometido facturar las automotrices, qué vender y a qué precio. El consumidor está totalmente desamparado y, en la mayoría de los casos, debe aceptar lo que hay al valor que le pongan. El que puede, compra, porque sabe que luego será peor.
Hay una situación en particular con los impuestos internos a los autos que, por su forma de calcular, hace que tengan un fuerte impacto sobre el precio. Como el gobierno no lo actualiza al ritmo de la inflación, cada vez hay más modelos con precios ficticios debajo del límite a partir del cual se paga este impuesto.
Si uno recorre las listas de precios oficiales, se encuentra con una gran cantidad de modelos, todos al mismo precio: más o menos 2,8 millones de pesos. Ese es el límite a partir del cual se paga la primera escala del impuesto.
Concesionarios ponen precio
Como el impuesto interno a los autos se paga sobre el precio de venta mayorista (de la automotriz al concesionario), las marcas mandan las listas oficiales con precios debajo del límite, en los autos que tienen valores cercanos. Esto no aplica a autos de gama media y alta, donde sí se factura el impuesto, ya que su valor en dólares (real) excede el límite. Tampoco aplica a pickups (que no pagan este impuesto por ser vehículos comerciales).
El concesionario luego cobra el valor que impone el mercado en un tire y afloje con el cliente. La diferencia entre el valor oficial y el que paga el cliente se lo queda todo el concesionario, siempre y cuando la automotriz le haya facturado el auto sin impuesto. En esto cada marca tiene estrategias distintas, pero la idea es que ese margen permita a los concesionarios sobrevivir ante el escaso volumen de operaciones.
No hay autos
Todo esto se origina por la falta de stock de autos que hay en todo el sistema y por la falta de valor del peso. Los concesionarios pueden poner precio porque no hay unidades suficientes para satisfacer la demanda. Como no saben a qué precio deberán reponer la unidad, no venden a menos que sea necesario.
Los autos en su mayoría están, pero en la aduana, sin la aprobación final del Gobierno a través del mecanismo conocido como SIMI (sistema integral de monitoreo de importaciones). Cuando se libera el permiso, la automotriz puede facturar al concesionario, y éste sabe finalmente a qué precio está reponiendo el vehículo. Por eso, y por miedo a una devaluación, nadie congela el precio de la unidad.
Las demoras para adquirir un auto en particular son de muchos meses, y por eso, el cliente termina decantándose por lo que hay en stock. Suele haber algunos vehículos nacionales como el Fiat Cronos, Peugeot 208 o Renault Logan-Sandero-Kangoo, que son los que terminan a tope en las ventas mensuales.
Con las pickups hay singularidades. Como se hacen en Argentina, algunas tienen stock y un precio más o menos real, pero modelos como Hilux tienen muchísima demora, lo que termina decantando al consumidor por modelos que sí hay. Ranger y Amarok algunos meses se consiguen y otros no, en tanto Alaskan y Frontier suele haber (la de Nissan se metió en el top ten).
También a los usados
Este mercado de demanda ha empujado también a los usados, ya que ante la falta de stock, el que tiene pesos se decanta por usados. Ahí la situación es similar, sin valores de referencia, y cada uno compra y vende de acuerdo a su necesidad de cubrir gastos.
Es común ver hoy a los grandes concesionaros de 0km publicar avisos de comprar de usados. Es su forma de sacarse los pesos de encima y resguardar valor.
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